CONICET: ¿Problemas? ¿Dónde?

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Logo RyREl jueves pasado el Centro de Estudios para el Cambio Social (CECS), vinculado a Patria Grande-La Mella, organizó una charla titulada “Ciencia y Universidad en los tiempos del PRO”, que contó entre los panelistas a Dora Barrancos, Pablo Alabarces, Victoria Basualdo y Pablo de Marinis. En la charla primó una defensa de la actual política de Ciencia y Técnica, más allá de los “oscuros” augurios que vaticinaron para el futuro más o menos cercano. La defensa de la gestión kirchnerista en el CONICET, que sigue en funciones con Macri, marcó el tono de las intervenciones. La única crítica fue esbozada por Victoria Basualdo, quien señaló que la herencia que nos dejaba el CONICET K era la existencia de investigadores de primera e investigadores de segunda. Estos últimos serían los becarios, sin derechos laborales ni estabilidad, a quienes comparó con los terciarizados en la industria y los servicios. Sin embargo, de esa crítica no se desprendió una propuesta política correcta: Basualdo destacó la organización del colectivo Científicos y Universitarios Autoconvocados (al que pertenece) como un ejemplo a seguir. El problema es que los compañeros se organizaron para llamar a votar a Scioli en el ballotage: es decir, para defender la continuidad de una política de CyT que se ha caracterizado por la precarización de los investigadores, y que comenzó el ajuste achicando su planta mucho antes del triunfo de Mauricio. Pero la nota la dieron las intervenciones de Barrancos y Alabarces, que no solo negaron cualquier problema en CONICET (ni ahora ni en los últimos 12 años), sino que defendieron el ajuste.

 

En defensa del ajuste y la precariedad

 

Alabarces, que se desempeñó en el CONICET como miembro de comisiones evaluadoras, asumió sin sonrojarse la defensa de la gestión del organismo en los últimos años, al que consideró “un proceso exitoso irrefutable”. Según él, los números evidenciarían que el kirchnerismo inventó el sistema de Ciencia y Técnica, porque a su criterio éste no existía antes. Se contaba con un sistema obsoleto y envejecido. En particular, destacó que la política de ampliación de becas y de ingreso de investigadores asistentes renovó el sistema, que hoy cuenta con 8.400 investigadores (contra los cerca de 3.000 en 2003) y 9.500 becarios. Pero esa expansión se dio sobre la base del trabajo precario de miles de investigadores: uno de cada dos. Así, Alabarces defendió una política que precariza a los investigadores y que viene echando científicos desde hace por lo menos 5 años. Aunque comenzó su intervención diciendo que no venía hablar de la “herencia” sino de lo que se viene, dedicó toda su exposición a “refutar” las críticas que desde años sostenemos los becarios. En primer lugar, justificó los despidos encubiertos que se producen año a año en la planta de investigadores del CONICET, cuando cientos de becarios se quedan en la calle al no acceder a la Carrera de Investigador. Trabajadores precarizados, que durante 8 años o más investigan bajo la figura de “becarios”, se quedan en la calle de un día para otro con un título que no tiene ningún valor fuera del CONICET, como reconoció el propio Alabarces. Pero para Alabarces el problema no está en el CONICET, que “no puede ni tiene por qué absorber a todos los doctores que forma”, sino afuera. En las Universidades, que no tienen una política de investigación que dé trabajo a estos investigadores que el CONICET expulsa. Lo mismo que dijo el presidente del CONICET hace poco a los medios, generando gran escándalo: la estructura actual del CONICET es inviable, no se puede seguir absorbiendo a todos los becarios. El argumento de Alabarces sería atendible sino fuera porque esos que se quedan afuera ya venían investigando para el CONICET desde hace años. Para Alabarces los becarios no somos trabajadores, y por lo tanto no nos asiste un derecho básico: la estabilidad laboral. Se defiende así una política más preocupada por la titulación de doctores que por dar continuidad a las líneas de investigación que inician los becarios, a los que se descarta una vez que ya obtuvieron ese título inútil fuera del organismo.

Otro “falso problema” que Alabarces buscó “despejar” es el de las cuestionadas evaluaciones para el acceso a becas o a Carrera, el mecanismo por el cual el CONICET se va deshaciendo de sus investigadores precarizados. Según sostuvo el panelista, la falta de trasparencia en las evaluaciones no sería un reclamo legítimo de los que venimos luchando contra la precariedad a la que se nos somete, sino otra “fantasía”. Una de nuestras compañeras, desde el público, interpeló a Alabarces y puso sobre la mesa ejemplos concretos de esa arbitrariedad. En primer lugar, su propio caso: en un mismo año dos comisiones del CONICET evaluaron sus antecedentes de forma tan dispar que le concedieron el ingreso a Carrera, pero le negaron el acceso a una beca posdoctoral, que al ser un cargo de menor jerarquía se supone que requiere de menores antecedentes. También expuso un caso famoso: el de Fabián Harari, a quien en 2011 se le negó el acceso a Carrera por ser “marxista” (como señalaba su dictamen). Cuando llegó el turno de responder, Alabarces, elevando el tono y de manera soberbia, descalificó el reclamo sin explicar los casos concretos. Señaló que los criterios de evaluación “todos los conocen”, aunque no sean públicos. Frente a la propuesta de que el CONICET publicite su banco de evaluadores, como ocurre en cualquier concurso universitario, señaló que no tenía ninguna importancia que los evaluadores sean anónimos, porque la que decidía era la Comisión, y si un dictamen no les gustaba poco importaba porque pedían otro. Para Alabarces no es necesario explicitar de antemano los criterios con que se nos evalúa, ni hacer público quienes nos evalúan. Para él está bien que una camarilla (los 20 miembros de una Comisión), sobre la base de criterios arbitrarios, decidan sobre la continuidad laboral de cientos de becarios.

Con semejante defensa de la política de ajuste y precarización que hace años tiene el CONICET, poco fue lo que pudo aportar Barrancos, que integra actualmente (y desde hace años) el directorio del organismo. La funcionaria se limitó a expresar su felicidad por ocupar un puesto en el CONICET “en este momento de expansión”, y a comparar la gestión kirchnerista en el organismos con el pasado “oscuro” y los tiempos de “tinieblas” que estaban por venir. Implícitamente nos estaba diciendo que había que conformarse con lo que había y defenderlo, porque era mejor que lo que había antes y lo que podía desembarcar a futuro.

 

¿Qué ingresantes?

 

El colmo del cinismo llegó cuando se trató el problema que desde hace semanas está revolucionando a la comunidad de Ciencia y Técnica: el reclamo de los ingresantes con concursos ganados y con designación pendiente para su inmediata incorporación a la planta de investigadores del CONICET. Alertados de la asistencia a la charla de algunos miembros de la “Comisión de Ingresantes” de JCP, tanto Alabarces como Barrancos se sintieron en la obligación de hacer referencia al problema en sus intervenciones. Pero en lugar de dar explicaciones, ambos panelistas se dedicaron a ningunear el reclamo, al que calificaron de “fantasías” y “fábulas” alimentadas por la “paranoia”. Repitiendo lo que decía el comunicado oficial que el CONICET emitió hace unos días, Barrancos aseguró que todos los ingresantes con concursos ganados en 2015 iban a entrar. Llegó a decir que deberían pasar sobre su cadáver para evitarlo. Claro que ambos evitaron mencionar el problema concreto que nos viene movilizando desde hace dos semanas: que había por lo menos 20 ingresantes concursados en 2014 con problemas en sus altas, o que habían tomado posesión del cargo y no estaban cobrando. Ese es un hecho concreto, no es ninguna fábula. Cuando un compañero, integrante de la Comisión, puso estos casos sobre la mesa, Alabarces no volvió a referirse al tema y Barrancos alegó desconocimiento. Puso cara de sorprendida, nos dijo que se iba a ocupar y nos pidió los nombres de los afectados. Su respuesta fue poco creíble: el reclamo por los ingresantes 2014 ha circulado por todos lados, hubo comunicados de organizaciones sindicales y políticas, además de los reclamos de los propios afectados. El CONICET se vio obligado a emitir una comunicación oficial sobre el tema, y tuvo que tratar el problema en su reunión de directorio realizada horas antes de esta charla. Es sintomático que luego de esa reunión comenzaran a aparecer las soluciones para algunos de los casos más urgentes. Pero Barrancos, como el CONICET que en su comunicado oficial no mencionó el tema, eligió barrer el problema bajo la alfombra. De esa manera evitó responder a las preguntas que le hicimos: ¿qué estaba pasando con los ingresantes de 2014? ¿Por qué el CONICET no emitía información oficial sobre el problema? ¿Es cierto lo que se les informó telefónicamente a los afectados, que el CONICET no había recibido el presupuesto para efectivizar a esos ingresantes? ¿En qué plazos se van a hacer efectivas las incorporaciones de 2015?

 

¿Resistir con aguante?

 

Más allá de alguna voz tibiamente discordante, la charla que presenciamos este jueves fue una nueva expresión de la intervención de los intelectuales kirchneristas en el ámbito de la Ciencia y Técnica. Aquellos que ayer nos llamaban a votar por Scioli para “defender los logros” del kirchnerismo, y hoy, acomodados ya bajo el ala de Macri, nos llaman a defenderlos a ellos mismos frente a lo que puede venir. Ayer justificaban la política de ajuste y precarización en el CONICET argumentando que era mejor que lo que había antes. Ahora agregan un nuevo argumento: hay que defender lo que tenemos frente a lo que puede venir. Que el CONICET tenga una de las tasas más altas de precarización de investigadores (uno de cada dos) pareciera un dato menor. Pero los que venimos padeciendo desde hace años las condiciones de trabajo que tenemos los investigadores de segunda del CONICET no caemos en esa trampa. Para que podamos hacer una verdadera ciencia en la Argentina hay que democratizar el CONICET. Tenemos que expulsar a las camarillas que lo gobiernan y que nos sometieron durante años a la más absoluta precariedad. No podemos aceptar esa miseria que nos llaman a defender asustándonos con el fantasma de lo que puede venir.

 

Razón y Revolución

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