Clásico piquetero – El arte como conocimiento de la vida* – Aleksandr Voronsky

en El Aromo nº 84

voronsky-aleksandr_fmtPermítasenos comenzar con las proposiciones generales sobre el arte, que ahora se encuentran con frecuencia en disputa, u otras que son aceptadas solo verbalmente, pero no en la práctica.

¿Qué es el arte? Ante todo, el arte es el conocimiento de la vida. El arte no es el libre juego de la fantasía, sentimientos y estados de ánimo; el arte no es simplemente la expresión de las sensaciones y experiencias subjetivas del poeta; el arte no tiene principalmente asignada la meta de despertar en el lector “buenos sentimientos”. Como la ciencia, el arte conoce la vida. Ambos, el arte y la ciencia, abordan el mismo tema: la vida, la realidad. Pero la ciencia analiza, el arte sintetiza; la ciencia es abstracta, el arte es concreto; la ciencia cambia la mente del hombre; el arte, su naturaleza sensorial. La ciencia conoce la vida con la ayuda de conceptos, el arte con el auxilio de imágenes en la forma de vivas contemplaciones sensoriales.

“La poesía –como escribió Belinsky- es verdad bajo la forma de contemplación; sus creaciones son ideas realizadas, ideas visuales, contemplativas. Consecuentemente, la poesía es como la filosofía, es lo mismo que el pensamiento, porque tiene el mismo contenido… El poeta piensa imágenes; no prueba la verdad, sino que la muestra… La realidad más elevada es la verdad; y como el contenido de la poesía es la verdad, el trabajo de la poesía es la realidad más elevada. El poeta no embellece la realidad; no retrata a la gente como esta debería ser, sino como realmente es.”

El poeta genuino, el artista genuino, es el que entiende las ideas. Belinsky nos brinda una descripción inspiradora de esta esencia de la creación artística, que se destaca hasta el día de hoy:

“Las creaciones del artista son aún un secreto para nosotros. Aún no ha tomado un lápiz en su mano, y ya las vislumbra claramente, ya puede contar los pliegues de sus vestidos, los surcos de su frente que están marcados con dolor y tristeza, y ya las conoce mejor de lo que uno conoce a su propio padre, hermano, amigo, madre, hermana o amada/o. También sabe qué es lo que dirán y harán, ya ve todo el hilo que hilvanará alrededor de los acontecimientos y los unirá”

El artista conoce la vida, pero no la copia, no toma fotografías; no es un fotógrafo; la re encarna con “los ojos, que todo lo ven, de sus sentimientos”. Max Martersteig, el crítico alemán y moderado expresionista, recuerda el comentario sagaz de Goethe: “Si retratas un perro carlino que sea una copia exacta, lo que consigues es un perro carlino más en la tierra, y nadie se enriquecerá con esta ocurrencia”. El artista vislumbra ideas, pero no ve todo; debe omitir y no prestar atención a todo aquello que no tenga ningún valor cognitivo, todo aquello que sea accidental, poco interesante, muy sabido. En este caso, es verdad que el artista debe ser capaz de ser ciego. La verdadera obra de arte siempre nos golpea con su novedad; nos excita profundamente, es siempre un descubrimiento. La vida que nos rodea fluye día a día en un medio familiar al que estamos acostumbrados. Incluso si se encuentra rota, si sus represas más fuertes fueron destruidas, nuestra conciencia, nuestros sentimientos, invariable e inevitablemente se encuentran rezagados en su desarrollo; no se corresponden con lo nuevo; aún estamos en poder de lo que ha sido en el pasado. Nuestro ojo está incapacitado de discernir, de percibir lo que está naciendo en medio del derrumbe, de la inundación, en medio de todos los cambios, o en la catástrofe. En este habitual despliegue de colores, o en el vertiginoso torbellino de la vida, el verdadero artista, con el ojo del artista, su oído, su “ser interior”, comprende aquello que el resto pasamos por alto, que ni siquiera notamos, y que es imperceptible hasta el momento. Desde pequeños e insignificantes detalles, sintéticamente crea lo grandioso; aumenta los objetos y las personas en el microscopio artístico, pasando por alto lo que es conocido. Eleva la vida a una “perla de la creación”; une propiedades y rasgos que estaban desperdigados, extrayendo aquello que es característico. Por lo tanto, en nuestra imaginación es creada una vida condensada, purificada, filtrada –una vida que es mejor de lo que es, y que más similar a la verdad que la más real realidad. Junto con el artista, comenzamos a ver aquello que hemos pasado desapercibido, pero que está a nuestro alrededor o que está madurando en la anticipación profética de los días por venir.
Es por ello que el artista debe tener sus propios ojos; es por ello que no debe ver y oír como lo hace la gente usualmente. Esta es la individualidad del artista.

Los ojos del profeta fueron abiertos, al igual que los ojos de un águila asustada…

El arte es el conocimiento de la vida bajo la forma de una contemplación sensorial e imaginativa. Como la ciencia, el arte otorga verdades objetivas; el arte genuino demanda precisión porque se ocupa del objeto, es empírico.
La aseveración de Belinsky de que el poeta no “describe a las personas como deberían ser, sino como son”, requiere de una corrección sustancial. El poeta, o el escritor, no está satisfecho con la realidad que lo rodea, naturalmente trata de retratarla no como es, sino como debiera ser; intenta levantar parcialmente el velo del futuro y mostrar al hombre en su ideal. Comienza a ver la realidad actual a través del prisma de un “mañana” ideal. El sueño, el anhelo del hombre dibujado en toda su estatura ha sido y continúa siendo el fundamento de la obra creativa de los mejores artistas. Pero esto de ninguna manera contradice la definición del arte como conocimiento de la vida bajo la forma de una contemplación vívida y sensorial. El “mañana” ideal, la realidad del mañana, el nuevo hombre remplazando el viejo Adam, no es un sueño abstracto y desnudo, solo si la contracción entre este “mañana” y el presente es relativa; es decir, si el “mañana” madura en las profundidades de la realidad actual, si el prototipo, las propiedades y rasgos individuales del futuro han sido planeadas y se “trasmiten en el aire”. De otra forma, sería un cuento de hadas, un sueño encantado, una serie de espejismos que se evaporan en cuanto entran en contacto con la vida, con la realidad como está dada. En verdad, el hombre casi siempre toma sus sueños sobre el futuro como meditaciones sobre él, pero solo una estricta meditación o verdaderos sentimientos comprensivos pueden ver tal futuro que en realidad está reemplazando el pasado y el presente. Dado que en esta instancia el verdadero artista conoce la vida, el fundamento de su trabajo es la experiencia.
El conocimiento artístico puede ser objetivo y preciso, como cualquier disciplina científica. Esto no es contradicho por la poesía lírica, que transmite la experiencia íntima y los sentimientos del poeta. Sentimientos, estados de ánimo, pensamientos y experiencias del poeta deben tener valor para un círculo más o menos amplio de gente, para una clase, estrato, etc., si no en el presente, entonces en el futuro. De otra forma, el poeta corre el riesgo de girar, como una ardilla en una rueda de ejercicio, en torno a sus propios estados de ánimo que no son necesarios, entendidos ni interesantes para otros. En la novela de Jack London, El talón de hierro, Everhard, el líder de los obreros, dice durante una discusión con los representantes del viejo mundo:

“Ustedes son anarquistas en el reino del pensamiento. Y son delirantes constructores de cosmos. Cada uno de ustedes habita un cosmos de creación propia, creado por sus propias fantasías y deseos… No hay dos de ustedes que pueden ponerse de acuerdo en algo. Cada uno de ustedes se remite a su propia conciencia para explicarse a sí mismo y al universo. Tanto podrían levantarse a ustedes mismo con su propio empuje como explicar la conciencia por la conciencia”.

No es de extrañar, sino totalmente comprensible, que tales individualistas, tales creadores de pequeños mundos especiales -que se han convertido en un fenómeno común y normal en nuestra época de decadencia y descomposición, de desintegración y desorganización de la sociedad capitalista- creen un arte que es plenamente subjetivo, que se ocupen de la transmisión de movimientos “trans-racionales” de sentimientos que solo les interesan a ellos mismos. La verdadera poesía lírica no tiene nada en común con todo este refinamiento subjetivo y esta perversidad. Transmite sentimientos del poeta que son de interés para la humanidad en su conjunto o para una clase determinada. También se basa en la experiencia, solo que el punto de partida es distinto aquí: el lírico se observa a sí mismo, mientras que el escritor de prosa se ocupa de los objetos situados fuera de sí mismo. Aquí solo se modifica la atención artística del escritor.
Así como en el área de las disciplinas científicas existen las pseudo-ciencias, también en el arte existe el pseudo-arte. El artista puede apartarse de la actualidad (ideal o real), puede entregarse al libre juego de la imaginación, a la transmisión de estados de ánimo que no le interesen a nadie. De esta forma arriba la tendencia idealista en el arte que se corresponde con el idealismo en la filosofía y en la ciencia. En lugar de una imagen, el artista puede utilizar un símbolo. En lugar de pensar imágenes, el artista puede pasar al pensamiento discursivo. En esas instancias, la obra estará atiborrada de argumentos, debates publicitarios, etc. Más aún, el artista siempre colorea su obra con una ideología correspondiente, a veces consciente o inconscientemente distorsionando las tipologías, descripciones y eventos, y así sucesivamente. Entonces la obra se vuelve tendenciosa.
G. V. Plejánov señaló la inevitable intromisión de las polémicas políticas en el arte. Anatole France también se refirió a este fenómeno. Tal intromisión no solo es necesaria, sino que en ciertas épocas es altamente deseable y beneficiosa. También es cierto que en la esfera del arte, el subjetivismo se incorpora con mayor facilidad que en otras disciplinas científicas, dado que estamos lidiando con sentimientos humanos. Pero aquí la diferencia no es cualitativa, sino cuantitativa. Tal subjetivismo también se inmiscuye fuertemente en la economía política, en la sociología y en la psicología. Y aún no sabemos dónde es mayor: en el arte o en estas disciplinas científicas. La tarea fundamental, sin embargo, no se encuentra allí, sino en encargarse de que el subjetivismo, la ideología y las polémicas políticas no distorsionen las creaciones artísticas de los escritores, que los estados de ánimo subjetivos se correspondan con la naturaleza del objeto, que las polémicas y la actividad política también se mantengan en el nivel de los mejores ideales de la humanidad.
No hay nuevas revelaciones en lo que se ha dicho aquí sobre el arte. Desde Belinsky y Chernyshevsky, esta visión del arte como un método especial de conocimiento de la vida fue acogida por el marxismo, primero y principalmente por el mejor filósofo y teórico del ámbito marxista, G. V. Plejánov. Pero ahora debemos repetir estas verdades elementales con especial insistencia, porque hemos sido testigos de frecuentes intentos, bajo el estandarte de la lucha marxismo contra las teorías burguesas, de implantar visiones que son absolutamente ajenas al marxismo, y que en cada oportunidad son irónicamente dirigidas a aquellos que aman recordar: “Plejánov, que es el padre entre todos nuestros santos”. Por otro lado, como intentaremos demostrar más adelante, la práctica de los camaradas críticos de la publicación En guardia (Na postú), dado su desconocimiento de las verdades elementales que hemos mencionado sobre la teoría del arte, llevará a las más lamentables consecuencias.

*Fragmento. Traducción propia del inglés.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de El Aromo nº 84

Ir a Arriba