¿Campesino yo?

en El Aromo n° 44

Bajo el nombre de “pequeños productores” se esconden realidades de clase distintas: por un lado el de la burguesía y pequeñaburguesía, por otro, la clase obrera. Ya nos hemos ocupado delos dos primeros casos; aquí damos cuenta de los obreros rurales escondidos tras el “campesinado” en base al examen de los peones golondrina de Santiago del Estero.

Agustina Desalvo
Taller de Estudios Sociales – CEICS

Suele afirmarse que uno de los sujetos sociales que integran el agro argentino es el “campesino”. Investigadores sociales, funcionarios gubernamentales y hasta partidos de izquierda emplean esta categoría para caracterizar los sectores más pobres y numerosos del mundo rural del país1. Como veremos, no se trata más que de obreros que usufructúan pequeñas parcelas de tierra que tienen incluso menos valor que una vivienda en el conurbano bonaerense. Estas parcelas no son el soporte de una economía comunitaria autosuficiente, como lo haría suponer el término campesinado, sino que, por el contrario, son el espacio físico de reproducción (vivienda) de fuerza de trabajo asalariada. El caso de Santiago del Estero es sumamente ilustrativo.

¿Qué es un campesino?

El campesinado es una clase propia del sistema feudal, cuya especificidad es la producción en comunidad, a partir del uso de tierras comunales. Consecuentemente, la forma de explotación está dada por la vía extraeconómica. Cuando el productor se transforma en un propietario privado, ya no es un campesino. Será un pequeño burgués o un obrero. Este último caso se presenta cuando la parcela que tiene no funciona como su medio de vida principal y debe, en cambio, trabajar en forma asalariada. Sostener, entonces, que en la actualidad existen campesinos en el país implica suponer que no hemos trascendido aún el modo de producción feudal. Sin embargo, Argentina es una formación social capitalista que se constituye fundamentalmente por dos clases, proletariado y burguesía, y una capa que fluctúa entre ambos polos: la pequeña burguesía.

Soy de aquí y también de allá

La población santiagueña ha sido históricamente migrante. Ya en 1869, año del primer censo nacional 23.000 santiagueños residían fuera de la provincia. Ya entre 1947 y 1960 el 45% de los santiagueños reside fuera de la provincia. En 1980, 433.927 santiague- ños residían fuera. En las últimas décadas, el estancamiento industrial en las localidades del litoral redujo la demanda de trabajo, por ello estas migraciones fueron reemplazados por movimientos rurales-urbanos dentro de la misma provincia. Los centros de Capital y La Banda crecieron así aceleradamente sin que se adecuaran los servicios y la infraestructura a la nueva situación. El aglomerado Capital-Banda, por ejemplo, pasa de 196.459 habitantes en 1980 a 264.263 en 1991 y a 327.974 en el año 2001.2 Esta situación se reproduce en Chaco, como puede verse en otro artículo de este mismo suplemento.

Los obreros santiagueños participaron tradicionalmente de las migraciones estacionales. Los circuitos productivos involucrados han cambiado pero las migraciones golondrinas se mantienen. Hoy el despajonado o desflorado del maíz en los semilleros de la zona núcleo (las mejores tierras de Santa Fe y Buenos Aires), se combina con la vid y el azúcar (2 actividades tradicionales) a la que se han añadido la cosecha del arándano en Entre Ríos y otras zonas litorales y del citrus en Tucumán. El arándano ha ganado mucha importancia como demandante mano de obra ya que este cultivo de exportación requiere 40 personas para cosechar sólo 5 hectáreas y la superficie dedicada a esta actividad se ha expandido notablemente. La cosecha de aceituna, cebolla o papa son otras actividades donde se emplean los santiagueños.

Golondrinas de ayer y de hoy

Tradicionalmente “punteros” o “cabecillas” se encargaban de trasladarlos en camiones al lugar de trabajo. Sociólogos y antropólogos (entre ellos, Hugo Trinchero) han querido ver en esta práctica una característica de países del Tercer Mundo y un elemento más para caracterizar a provincias del norte argentino como semi feudales. Sin embargo, en el medio rural, como la oferta y la demanda de trabajo no coinciden espacialmente, ha sido común desde los orígenes del capitalismo la contratación de cuadrillas o grupos de trabajadores a cargo de una persona. Esta situación ya es descripta por Marx para el caso de Inglaterra y no implica ninguna particularidad local, ni un signo de atraso. Las formas de contratación no cambian las relaciones de producción: siguen siendo obreros asalariados y no campesinos feudales que trabajan por medio de alguna forma de coacción extraeconómica. Es más, hoy en día estas formas de contratación se han profesionalizado, al menos para cierta fracción de los migran- tes, lo que no ha alterado la esencia de las relaciones de producción que ya eran desde antes plenamente capitalistas. Así en vez de enganchadores, o jefes de cuadrilla, ahora tenemos empresas de personal eventual dedicadas a la tarea. Este es el caso de Manpower, que dice contratar el 60% de los obreros rurales empleados en los semilleros. La empresa plantea haber alcanza- do 18.000 contrataciones durante el 2007. Aunque también contrata una pequeña porción de jujeños, el 95% de los trabajadores migrantes que emplea son santiagueños.

La amplia demanda de estos trabajadores hace que la empresa contratista se refiera a los santiagueños como “un bien escaso”. Además muchos se encuentran afectados por el Chagas. Por ello, Manpower realiza exámenes pre- ocupacionales a todos los migran- tes que contrata. Algunos estudios hablan de 10.000 santiagueños que migran para las actividades del despajonado. Sin embargo, el número puede ser superior.

Una sola firma, Satus Ager que produce en Salto, emplea en el desflorado del maíz 3.000 santiagueños. Como muchos de ellos provienen de la zona de Loreto, la firma ha creado, en colaboración con el gobierno, una Fundación que brinda asistencia médica a los trabajadores rurales temporarios a través de un Centro de Atención Primaria en el Departamento de Loreto.3 La firma también busca “capacitar” a estos obreros en la confección de artesanías para que encuentren con ello sustento los meses que no los emplean.

¿Distritos campesinos o distritos de obreros? 

Hay muchas dificultades estadísticas para medir el peso real del proletariado en una provincia como Santiago del Estero. Sólo podemos aproximarnos indirectamente al problema, al menos por ahora,debido a los enormes déficits del último Censo Nacional Agropecuario (2002). Si tomamos las explotaciones sin límites definidos de Santiago del Estero, que muchos autores asimilan a unidades campesinas, encontramos que, según el Censo Nacional Agropecuario 2002, un 20% de sus titulares trabaja fuera de la explotación en forma asalariada. Si esto sucede con los titulares de la explotación, cabe esperar que la cifra sea mucho mayor para el caso de sus hijos, quienes son siempre los primeros en proletarizarse. No podemos saberlo porque la fuente no tiene esos datos. El porcentaje de asalariados encubiertos bajo la denominación de “campesinos” aumentaría si se descontara del total de “explotaciones sin límites definidos” a aquellos que son claramente burgueses o pequeñoburgueses, ya sea porque aparecen contratando fuerza de trabajo permanente, temporaria o porque tienen asalariados a los miembros de la familia. Lamentablemente, otra vez, el CNA 2002 es extremadamente confuso en este punto. También aumentaría más el porcentaje de los asalariados encubiertos si se pudiera contabilizar a aquellas familias que dependen de los salarios provistos por los hijos mi- grantes temporales, aunque el que aparece como titular, muchas veces un anciano padre de familia que no es un productor campesi- no sino población no económica- mente activa, figure como “no asa- lariado”. Lo mismo sucedería si se estudiara el peso de las “remesas” de hijos radicados permanentemente en las grandes ciudades.

Hay datos indirectos que permiten confirmar esta imagen. Un estudio sobre Santiago del Estero sostiene que en los departamentos de Loreto, Atamisqui, Salavina, Figueroa y San  Martín predominan las explotaciones campesinas. Las unidades campesinas representarían allí cerca del 90% de las unidades totales (De Dios, p. 29). Sin embargo, cuando en el mismo informe el autor releva los departamentos de los cuales parte la población que migra hacia otras provincias a realizar tareas agrarias, se observa que son los mismo que él llama campesinas (De Dios, p. 32). De los 27 distritos de la provincia, sólo 4 ó 5 (Loreto, Figueroa, Saravina, Atamisquiy, en menor medida, San Martín), precisamente los que se considera campesinos, concentran casi la totalidad de los trabajadores emigrantes. Por lo tanto, ¿puede decirse que esas localidades están habitadas por “campesinos”? No, se trata en realidad de obreros que deben emplearse en otras regiones para vivir.

Problema mal planteado, pro- blema no resuelto

 Santiago del Estero se estructura, como el resto de la Argentina, en base a relaciones sociales capitalistas. Por lo tanto, no existen en esa provincia, ni en el resto del país, el campesino, sujeto de formaciones sociales feudales. Por el contrario, encontramos en la provincia en cuestión una masa de obreros disponible que para sobrevivir debe emplearse en forma asalariada en actividades agrícolas fuera de su lugar de origen.

En el debate sobre el agro, la figura de los trabajadores rurales estuvo prácticamente ausente. Esto se explica, en parte, porque los cha- careros, burgueses que no realizan ningún tipo de trabajo directo y que encomiendan la mayor parte de las tareas a contratistas rurales terciarizando todas las  cargas y riesgos laborales, son presentados como los trabajadores del campo. Pero también, porque los verdaderos trabajadores rurales, como los obreros migrantes santiagueños aparecen camuflados bajo el disfraz de campesinos. Las organizaciones que pretenden representarlos como el MOCASE.

-Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero- terminan pidiendo lo mismo que sus patrones: desarrollo de cooperativas para la comercialización de productos agrarios y artesanías. En la práctica, éstas no tienen otra función real que garantizar la subsistencia de estos trabajadores en forma gratuita para sus patrones durante los meses en que no los emplean.

Los obreros rurales de los semilleros no deben ser  capacitados en la fabricación de artesanías  o el desarrollo de huertas orgánicas por las mismas multinacionales que los emplean. Si ellas obtienen con una cosecha ganancias para todo el año, lo mismo debería ocurrir con sus trabajadores, que tienen que exigir a sus  patrones el pago de los salarios durante el año completo. Como se ve, la elaboración de un correcto programa político para estos trabajadores depende de una adecuada caracterización de su carácter de clase.

Notas

Ver Desalvo, Agustina: “Volver al pasado”. Reseña de Los de la tierra. De las ligas agrarias a los movimientos campesinos, de Francisco Ferrara, Tin- ta Limón, Bs. As., 2007, en Razón y Revolución, nº 18, en prensa. Y De Dios, Rubén: Diagnóstico sobre los pe- queños productores, trabajadores tran- sitorios y Pymes empobrecidas y grupos vulnerables de la Provincia de Santiago del Estero, Ministerio de Economía y Producción Secretaría de Agricultu- ra, Ganadería, Pesca y Alimentos Di- rección  de  Desarrollo Agropecuario

–PROINDER-, 2006. Entre los nue- vos “campesinistas” de la izquierda argentina se encuentra, por supuesto, el PTS. Véase la crítica de Eduardo Sartelli en el número 18 de RyR ya mencionado.

Gómez, Nora: “Población y sociedad, lectura de datos censales en santiago del estero” en Revista digital de pobla- ción, estado y sociedad, Nº3, Vol III, oc- tubre-noviembre 2007, Santiago del Estero, Argentina.

3 http://www.abchoy.com.ar/leernoticias, 30/7/2008.

 

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