Camino al fusil. La columna América en Armas, de las FAL, la opción por la lucha armada y el debate entre “vieja” y “nueva” izquierda.

en El Aromo n° 32

Por Stella Grenat

Grupo de Investigación de la Lucha Armada en los ‘70 – CEICS

Los intelectuales socialdemócratas y autonomistas tienen una serie de rasgos que los hacen identificables a primera vista. Uno de ellos es su afán de búsqueda de la “novedad” y de la “originalidad”, en desprecio de la experiencia histórica. Se encandilan ante cualquier movimiento que no ostente una expresión partidaria ni una referencia a la tradición revolucionaria. En ese sentido, dedican su tarea en la búsqueda de “nuevos” movimientos sociales, en el pasado y en el presente. Tal vez no haya período histórico que los tiente más a la opinión apresurada que el accionar de los partidos de izquierda en los ’70. En particular, existe una gran liviandad a la hora de determinar las causas de la opción por la lucha armada. En el sentido común, y en las aseveraciones de ciertos historiadores (cuya expresión más elocuente es Horacio Tarcus, actual funcionario K), existe una serie de prejuicios que han tomado el status de verdad. Vamos a tratar aquí dos de ellos. En primer lugar, que las organizaciones armadas forman parte de parte de un fenómeno de ruptura con la “izquierda tradicional”, como el PC y el PS. En segundo, que esta “nueva izquierda” habría nacido contra el “dogmatismo” y el “verticalismo” de los “partidos tradicionales”.1 Sin embargo, a poco de examinar la realidad concreta, estas afirmaciones se muestran como lo que son, pura ideología. Veamos

Lo nuevo se vuelve viejo

En 1970, cuando FAL2 comenzó a desplegar su accionar, encontramos entre sus fi las a una columna llamada América en Armas. Este grupo tenía una historia previa, y tendrá una posterior, a su paso por dicha organización.3 Su origen debemos rastrearlo en la década previa, porque quienes decidieron construirla provenían de un desprendimiento del Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Malena).4 Este movimiento alcanzará trascendencia nucleando fundamentalmente a aquellos sectores intelectuales y universitarios que vieron traicionadas las expectativas que habían depositado en el frondizismo. Poco a poco, irá radicalizando su discurso político y construyendo un programa de izquierda nacional antiimperialista. Su programa pugnaba por la conformación de un movimiento policlasista, que retomara las banderas nacionalistas. En cuanto al problema de la organización, rechazaba tajantemente el centralismo democrático, propio de las organizaciones leninistas. En síntesis, el MLN abjuraba de toda la tradición revolucionaria de la clase obrera, por lo que no se puede decir que perteneciera a la izquierda llamada “tradicional”. Sin analizar en profundidad al Malena, podemos resaltar dos rasgos que nos permiten entender el devenir de la fracción que se desprendió del movimiento. Por un lado, la convicción que lo guía acerca de la necesidad de construir cuadros dirigentes frente a la coyuntura abierta con la crisis del peronismo, del PC, del PS y de la UCR. Por el otro, el electoralismo del movimiento en un contexto nacional signado por el despliegue de otro tipo de tácticas: el accionar directo de la clase obrera, a través de la Resistencia peronista y la lucha armada, Uturuncos (1959) y el Ejército Guerrillero del Pueblo (1963-64). A nivel internacional, la revolución cubana y las experiencias de las luchas de liberación nacional en África y Asia, son algunos de los acontecimientos que ejercieron infl uencia en el MLN. Desde el comienzo de la década del ’60, una parte de sus militantes convivió con este dilema táctico, ya que sus direcciones, aún siendo solidarios con algunas experiencias de acción directa, jamás optaron por la vía armada.5 Los rasgos señalados son los ejes que nos permiten entender mejor la ruptura de un importante sector de la juventud que decide alejarse del Malena y dar origen a América en Armas. Por un lado, en ellos sobrevivió la idea de la necesidad de una dirección política. Por el otro, los límites que encontraron en la participación electoral los decidió por la lucha armada. Por lo tanto, FAL no surge como crítica al PC o al PS, sino como una ruptura con el MLN, una organización que intentaba la reinvención del marxismo leninismo, por la vía de hacerlo compatible con la doctrina de la conciliación de clases que conocemos como peronismo.

Contra el dogma reformista

La ruptura con el Malena se efectuó hacia finales de 1966, con posterioridad al golpe. Este hecho tuvo consecuencias directas sobre las filas de la organización. La represión los llevó a modificar las formas de lucha desplegadas. En esa coyuntura, decidieron el paso a la clandestinidad. La intervención de las universidades, de los sindicatos y de la proscripción de los partidos políticos puso la acción directa a la orden del día. Para muchos, la instauración de la dictadura evidenciaba la crisis final del sistema parlamentario como forma eficaz de participación política y abría una nueva etapa, en la cual los métodos de lucha de la izquierda llamada “tradicional” también mostrarían sus límites. En este periodo, el Malena tenía varios militantes actuando en el sindicato de Prensa, el primero en ser intervenido por el gobierno militar. Este hecho agudizó las tensiones entre la dirección del Malena y un sector de sus bases que enfrenta a la censura y a la represión. El tipo de experiencia que vivían éstos últimos queda reflejada en el siguiente testimonio:

“Recuerdo que cuando fue la resistencia en el sindicato de Prensa, R. […] no sabía que hacer con el arma y finalmente se animó y estuvo aguantando toda la noche con nosotros esperando que te vinieran a reventar el sindicato.”6

Es en ese contexto, los futuros disidentes avanzaron su crítica a la inactividad de la izquierda “tradicional”, en la que incluyeron al MLN. Desde su perspectiva, la debilidad que ostentaba la izquierda tenía dos graves consecuencias. En primer lugar, demostraba “la incapacidad de las organizaciones de proteger a sus militantes […] [y de] de tomar represalias”.7 En segundo, promovía la desmovilización en los frentes de masas, porque

“poca gente estaba dispuesta a jugarse por objetivos inciertos, ante la evidente impotencia de las organizaciones […] la izquierda pretendidamente revolucionaria […] no está preparada, ni siquiera para correr. No es así como demostrará que a la violencia se responde con la violencia y que la violencia del pueblo es eficaz, poderosa, capaz de éxitos.”8

Para el sector disconforme, la izquierda no tomaba en sus manos las tareas impuestas por la etapa abierta con el golpe. Por lo tanto, renunciaba a asumir su rol histórico, porque su programa era el reformismo:

“sólo actuaba en los resquicios que la semi legalidad de los sucesivos gobiernos dejó abiertos […] Es en el plano político, en ese reformismo de hecho, que implica acotar la propia acción a los límites fijados por la burguesía, donde se origina la indefensión de las organizaciones con intenciones revolucionarias […] La falta de una estructura clandestina y de un aparato armado, son claros exponentes, a la vez que condicionantes de esa política”.9

En este camino hacia su decisión por las armas, sumaron otra crítica: el escaso crecimiento numérico. Desde esta perspectiva -y ante la abrumadora mayoría peronista presente en la clase obrera- la izquierda se encontraría entrampada en una contradicción “número sin coherencia o coherencia sin número”.10 Su propuesta superadora fue intentar romper esta contradicción asumiendo en la práctica una acción revolucionaria que contemplara la acción directa. De este modo, creían que la iniciación de operaciones armadas era la forma más eficaz de garantizar una intervención política a nivel nacional y romper el círculo vicioso de la izquierda en tanto

“El comienzo de operaciones con un claro sentido que fuera señalando cómo utilizar la violencia de un modo más revolucionario y eficaz, a la vez que exhibiera la vulnerabilidad de las fuerzas represoras, podía ser iniciado por grupos chicos. En estas condiciones se alteraba […] la relación entre tamaño e incidencia política. Por primera vez la izquierda podía existir como factor político […] la experiencia negativa acumulada y la unidad alrededor de un método, podían ser el punto de partida para romper el aislamiento sectario […].” 11

Sobre la base de estas consideraciones, los futuros miembros de la columna América en Armas, optaron la lucha armada:

“nosotros nos vimos compelidos, obligados a tomar las armas. Las armas eran una herramienta, para enfrentar a nuestro enemigo […] Sabíamos que esto con un documento o con un partido más o menos estructurado no lo íbamos a lograr y que la gran confrontación iba a ser armada y para eso nos preparábamos […] El arma […] estaba en función de las necesidades de la lucha.”12

Finalmente, el último punto del balance que realizó este sector hacía referencia al tipo de relación que debería existir entre una organización tipo militar y las masas. Manifestaban estar conscientes de que el problema principal a resolver es el de defi nir cual es “la relación entre este tipo de acción y el trabajo de masas: agitación, propaganda, creación de conciencia y organización”13, es decir el problema de la formación de un partido revolucionario de masas. Conscientes de que ellos, en el corto plazo, no iban a poder resolver aquello que las principales experiencias armadas latinoamericanas dejaron pendiente, decidieron iniciar la construcción de una organización militar: “evidentemente en las propuestas de Guevara no estaba resuelta esta cuestión. Como evidentemente no la tenía resuelta Tupamaros en Uruguay, las organizaciones brasileras, venezolanas, etc. La respuesta que aún faltaba en todo el continente, nosotros tampoco podíamos darla en ese momento ¿Entonces? ¿Qué hacer? Teníamos tres alternativas: permanecer de brazos cruzados hasta resolver la cuestión, recomenzar el trabajo de masas, iniciar operaciones armadas.”14

De más está decir que se decidieron por la última opción. La elección de la construcción de una organización político militar es, entonces, el resultado del balance que realizan de la experiencia de la izquierda tradicional (PC-PS), sí, pero también de la experiencia concreta vivida en el seno del agrupamiento que mejor caracteriza a la “nueva izquierda”, el MLN. Por lo tanto, la ruptura no constituyó un intento de alejarse de la ortodoxia marxista, puesto que no se les reconocía ni al PC ni al PS su titularidad, sino la intención de acercarse a ella. Detrás de la pretensión de romper con el dogmatismo, se escondía el rechazo al reformismo, elemento que también caracterizaba al Malena. No es un problema de tipo de organización, sino de programa. Al analizar el período, los intelectuales burgueses emprenden un doble engaño. Tergiversan el contenido político del programa de las organizaciones políticas de los ’70 y, una vez que la experiencia resulta adocenada, la sitúan en su panteón de novedades.

 Notas

1 Una de las primeras formulaciones académicas de la diferenciación entre vieja y nueva izquierda se encuentra en Hilb, Claudia y Lutzky, Daniel: La nueva izquierda argentina: 1960-1980, CEAL, Buenos Aires, 1984. En esta misma línea ver Tarcus, Horacio: El marxismo olvidado en la Argentina. Silvio Frondizi y Milcíades Peña, El cielo por asalto, Buenos Aires, 1996.

2 La sigla contiene tres formulaciones diferentes todas ellas fueron utilizadas: Fuerzas Argentinas de Liberación, Frente Argentino de Liberación y Fuerzas Armadas de Liberación.

3 Hacia fi nes de 1972 “América en Armas” se aleja de FAL. Al poco tiempo comenzará a actuar en coordinación con el grupo Obrero Revolucionario (GOR). Luego del producido el golpe en marzo de 1976, un grupo ingresará a OCPO y el resto se disolverá hacia fi nes de 1978.

4 El Malena estuvo dirigido, entre otros, por Ramón Alcalde, Ismael Viñas y Susana Fiorito. Para un acercamiento a la historia de esta organización véase Slatman, Melisa: “El Malena”, en Razón y Revolución, n° 10 primavera de 2002 y Slatman, Melisa: “El programa del Movimiento de Liberación Nacional a la luz de los documentos”, en Razón y Revolución, n° 13, invierno del 2004.

5 La posición del MLN puede rastrearse en las páginas de su periódico Liberación, números 24-25 de 1964, 28 de 1965, 35-36 1966 y 42 de 1967.

6 Entrevista a Cristina y Antonio, realizada por la autora, julio de 2006.

7 “Balance de la columna Parral”, mayo de 1971

8 Idem.

9 Ibidem.

10Ibidem.

11 Ibidem.

12Entrevista a Cristina y Antonio, op.cit.

13“Balance de la columna Parral”, op.cit.

14 Idem

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