BUENOS AIRES – La “Nueva Educación Secundaria Técnica”, hipercalificación para pocos, degradación para muchos

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Por Gustavo Cazenueve y María Paz López – El 5 de julio pasado el Consejo Federal de Educación (CFE) difundió la Resolución 341/18 donde se daba a conocer el nuevo objetivo de la reforma macrista: la Educación Técnico Profesional. El borrador contiene los proyectos de las reformas curriculares para lo que llaman “La Nueva Educación Secundaria Técnica (NEST)”. Por su nombre, ya se ubica en la tradición de la NES abierta por la Ley de Educación Nacional. Como veremos, a partir del reconocimiento de la crisis, el Macrismo refuerza tres aspectos: 1) gestión y supervisión; 2) trabajo por objetivos y 3) saberes emergentes como clave del proceso de enseñanza-aprendizaje.

La reforma propone una serie de objetivos. En primer término, tal como aparece en el documento, “actualizar los contenidos en relación a los cambios sociales, tecnológicos y productivos”. Ese cambio va de la mano de la introducción de “nuevas” formas de organización institucional y, al mismo tiempo, se prevé la creación de otras “figuras de intervención pedagógica”. El macrismo para su reforma recupera explícitamente los legados de la gestión K: el artículo 85º de la Ley de Educación Nacional que prevé mecanismos de revisión periódica de los diseños curriculares, la Resolución del CFE 84/09 que también proponía la renovación de las propuestas formativas, la reorganización institucional y la introducción de estrategias pedagógicas para la escolarización y sostenimiento de las trayectorias. Asimismo, la Resolución CFE 229/14 que bregaba por la organización de las instituciones facilitando la construcción de saberes teórico-prácticos y la introducción de la figura de tutores y coordinadores para el seguimiento de las trayectorias individuales. Se promovía, además, la férrea interrelación entre la institución educativa y las demandas locales: “Las instituciones que brindan Educación Técnico Profesional se distinguen por una fuerte vinculación con el medio local y regional en el cual se encuentran insertas y por procurar que ese contexto se refleje y se trabaje en su propuesta formativa. La vinculación con el medio local y regional implica, a la vez, tanto una visión nacional como internacional” (Resolución 229/14, Anexo). Precisamente, es el párrafo 35 de esta Resolución del 2014 el que estableció la carga horaria total para la educación técnico profesional: “una jornada escolar extendida que implica, en promedio y considerando todo el trayecto formativo, un mínimo de 30 horas reloj semanales y un máximo de 7 horas reloj diarias, de las cuales se deberá garantizar que al menos un tercio del total de las horas reloj semanales se dediquen al desarrollo de prácticas de distinta índole”. Es por eso, que el proyecto de Vidal aclara que se deben modificar aquellos planes que hubieran aprobado una carga mayor como los contenidos en la Resolución 3828/09. Quienes padecen amnesia voluntaria y plantean que estamos ante una “novedad neoliberal” que busca desindustrializar y destruir la escuela técnica deberían recordar todas esas normativas a las que le vale el mote de “pesada herencia”.

Cargos para la degradación

Ahora bien, ¿qué implica la nueva forma de organización institucional? El gobierno reconoce que existe una descomposición grande. Ellos la llaman “población que no está integrada al sistema social formal de enseñanza”. Para esa población, las escuelas “resultaron ineficaces” porque no logran contenerlos. En lugar de ver las condiciones que llevan a que los alumnos no puedan permanecer en las escuelas, agrega otras modalidades para esos sujetos (vaga de ejemplo el formato Fines 2 y su escuela acelerada) y nuevas figuras en la escuela “tradicional”. En relación a las nuevas figuras, dice el macrismo, que se quede tranquilo docente, que no lo dejarían sin trabajo ya que lo reubicarían para gestionar el seguimiento de los alumnos, la asistencia personalizada y la vinculación con el contexto social. Estas nuevas figuras son el docente institucional de apoyo a los aprendizajes (DIA), el tutor de seguimiento de trayectorias escolares y el consultor institucional de proyectos tecnológicos y productivos (CIP). La idea que recorre el proyecto y por la que deben regirse estas nuevas figuras es la de “co-enseñanza” y la “interdisciplinariedad”. Figuras que provendrán de la reubicación del personal de la escuela luego de la adecuación curricular. Ahora bien, ¿cuáles serán las funciones de estos nuevos cargos? En primer lugar, se encargarán de la adaptación de la trayectoria curricular a las posibilidades de la escuela y del alumno. No extraña que uno de los roles articule con las empresas locales y por ende sea el agente capaz de adecuar la formación recibida en función de las necesidades locales. Allí donde ningún horizonte emerja reinará el famoso “emprendedurismo”, es decir, el changueo. No se enoje solo con Macri, recuerde que esa “adaptación regional” también estaba en las leyes de Cristina, Menem, Alfonsín y las mismísimas dictaduras que promovieron todos juntos la “descentralización” del sistema escolar. Por eso, ¿recuerda los ejes de la Escuela 2030? Saberes emergentes, cumplimientos de objetivos, gestión y supervisión. Todos formatos garantes de la mayor fragmentación del sistema: para muchos poco, para algunos, mucho Por eso, la reforma en técnicas, recuperando todo lo actuado en el sistema de pasantías y prácticas profesionalizantes sancionado previo al ascenso del Macrismo, se propone dotar a las escuelas de la flexibilidad suficiente para articular y adaptar la formación con el medio (empresarial) local o con las demandas de rebusques para la sobrepoblación relativa (esa capa de obreros sin trabajo o changarines) cada vez más extensa. Pero, además, en el plano estrictamente sindical, no podemos asegurar que las nuevas figuras institucionales que se creen puedan absorber a todos los docentes. Por eso, no es una conjetura forzada pensar que efectivamente se van a perder puestos de trabajo.

Lo cierto es que, al igual que con la Escuela 2030 el formato final aún no está claro. Circularon dos borradores uno donde se registraba una quita de 1.476 horas de cursada que según el gobierno respondía al formato de arealización: trabajo semipresencial, en conjunto, y autónomo del alumno. En el segundo, la caída de horas es menor. Valga de ejemplo, prácticas del lenguaje: entre documento y documento perdió horas y volvió a recuperar en otra asignatura desdoblada.

Hora de actuar

Hasta ahora, la reforma recibió una tibia respuesta. Mientras la burocracia contiene esperando “volver en el 2019” el clasismo docente debe prepararse y entrar en la contienda. No alcanza con el rechazo. Para enfrentar la reforma debemos tener nuestra contrapropuesta si no queremos embarrarnos en el campo de la abstracta defensa de la “educación pública” tal como existe. Porque eso implica pasar por alto dos problemas. 1) Pública o privada, la educación representa un interés burgués y desde hace décadas no hace más que degradarse. En las escuelas técnicas dónde enseñamos se ven los mismos problemas que en todo el sistema: la falta de recursos, los problemas de infraestructura, las máquinas y herramientas son obsoletas, los alumnos no saben contenidos mínimos que supuestamente deberían haber aprendido en la primaria, etc. Decir “la técnica no se toca” implica abstraernos de toda esa degradación que es el resultado del interés de la clase social que nos gobierna y adecua el sistema educativo de acuerdo a sus necesidades. 2) Si no tenemos qué escuela oponer a la Reforma 2030, fallamos en nuestra obligación cómo vanguardia del movimiento obrero. Debemos llenar ese vacío, construir el programa para la educación que necesitamos. Para saldar esta deuda de la izquierda con la clase obrera es que debemos construir el Congreso Educativo Nacional, para diseñar una educación de calidad, laica, científica, y socialista. Es hora de construir nuestro programa y oponérselo a ese que lo único que puede ofrecer es embrutecimiento, degradación y ajuste.

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