BUENOS AIRES: Invierno en las aulas – María Paz López

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En el marco de la ofensiva del gobierno bonaerense sobre el conjunto de los docentes, el día 16 de mayo, el Director General de Cultura y Educación, Alejandro Finocchiaro, firmó la Resolución 1131/17 estableciendo que “aquellas instituciones educativas que estuvieron sin actividad durante días hábiles desde el inicio del ciclo lectivo, deberán realizar un plan de continuidad pedagógica que se implementará en los días 17 al 21 de julio”. Los argumentos para justificar esta medida están centrados en mejorar la calidad educativa y garantizar el derecho a la educación y “lograr las trayectorias escolares sustentadas en la priorización de contenidos y la optimización del tiempo pedagógico”. Con los pibes como excusa, el gobierno se posiciona hacia la opinión pública como el guardián del derecho a la educación. Sin embargo, en los hechos se trata solamente de una demostración de poder y de disciplinamiento hacia los docentes. Porque frente a los días perdidos en cientos de escuelas por falta de gas y de agua, por vacantes que no se cubren sencillamente porque el Estado no paga las licencias y los docentes rechazan trabajar abiertamente gratis, el gobierno no dice una palabra ¿Dejarán sus vacaciones de lado para ir personalmente a acondicionar las escuelas? Entonces, la medida no se fundamenta en una preocupación que el gobierno no tiene -mejorar la calidad- sino en el aleccionamiento docente. Para eso usan artillería pesada. A los descuentos por días de paro y al ninguneo durante nuestra negociación paritaria, se suma el ataque a otro de nuestros derechos adquiridos: el descanso durante el receso invernal. Esto, además de sentar un precedente de cara a futuros conflictos, fomenta el enfrentamiento entre compañeros, los que pararon y los que no, incitando hostilidades entre unos y otros.

Ahora bien, si el gobierno tiene la posibilidad de pretender imponernos esta medida, es gracias al derrotismo al que nos empujaron las dirigencias sindicales. Y en este punto la mea culpa debe hacerla tanto la burocracia como las “listas combativas” del Suteba multicolor ya que de cara a las elecciones, ambos priorizaron la campaña. Si Baradel abrió la “tregua”, los sectores combativos se plegaron a ella. El resultado: el gobierno se siente fortalecido para imponer cualquier escenario. La recuperación de las jornadas perdidas refuerza la impronta “carnera” ya que el resultado es la deslegitimación diferida del derecho de huelga bajo la excusa de defensa de la educación. Revertir el derrotismo implica no solo promover la desobediencia de la medida sino organizar un verdadero plan de lucha que coloque en el escenario de discusión los problemas reales de la educación. Eso incluye salario e infraestructura pero también los hilos ocultos de la degradación. Compañeros no hay tiempo que perder. Cada escuela debe en asambleas discutir el estado de la educación bonaerense. Salarios, infraestructura y condiciones de trabajo son la punta de lanza. Debemos mostrarle al conjunto de la comunidad cómo el gobierno que dice estar preocupado por la calidad (y por eso avasalla un derecho constitucional) solo profundiza la degradación educativa: amplia la jornada escolar en talleres carentes de contenidos, reforma la formación docente vaciándola de contenidos, garantiza la obligatoriedad escolar impulsando la paraestatalización (vía gestión comunitaria, vía plan Fines II). Este fenómeno no es nuevo. “Trabajadores privilegiados” nos llamó Cristina y nos acusó de huelguistas crónicos. Lo nuevo, en tal caso, es la disposición a disciplinar al conjunto de los trabajadores avanzando sobre nuestras conquistas y corporaciones (sindicatos). Tenemos que pasar de la “desobediencia” a la organización. No hay tiempo que perder.

La izquierda tiene la obligación de trabajar en pos de elevar la conciencia de nuestros compañeros y no de elegir posturas cómodas. El levantamiento del paro es un ejemplo del momento derrotista aceptado por las conducciones. Debemos revertir esta situación, debemos obligar al gobierno bonaerense a dar marcha atrás con la medida. O bien, desobedecerla.

 

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