Ahora es cuándo: segundo llamado al FIT y a la izquierda argentina

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Compañeros:

El curso de los acontecimientos políticos y económicos ha cobrado un giro dramático. El conjunto de la política burguesa se encuentra en estado de descomposición. Cada camarilla opera para develar las miserias de su contrincante. Cada día se franquea una nueva frontera en la extensión de los implicados en el saqueo a los trabajadores y en el carácter parasitario del empresariado que vive del Estado: los partidos, los funcionarios, el Poder Judicial, diputados y senadores y las principales empresas del país (nacionales y extranjeras). A este escenario, se agrega la profundización de la crisis económica internacional, que obliga a descargar más rápidamente un ajuste que venía siendo administrado bajo el lema del “gradualismo”: el salario se está licuando aceleradamente, el BCRA ha comenzado a perder reservas en forma descontrolada, vamos hacia una “reestructuración” de la deuda (o sea, casi un default consensuado). Una situación que nos va acercando al 2001…

No se trata de una crisis más, sino de la debacle anunciada que se descarga cada década sobre los argentinos, como expresión de los límites insalvables de un capitalismo chico y tardío, cuyo único elemento de compensación a su atraso permanente es la renta agraria, la deuda y el empobrecimiento del conjunto de la población trabajadora. La devaluación y la inflación son los mecanismos con los cuales se produce regularmente la adecuación de la productividad del trabajo nacional al imperante en el mercado mundial. Un trabajo menos productivo mantiene no solo a una población cada vez más pobre, sino a una burguesía cada vez más atrasada y débil, incluyendo en ella las porciones de propiedad extranjera que operan localmente, cuya supervivencia no depende de la expansión de la producción de plusvalía local y de la apropiación de masas de plusvalía del resto del mercado mundial en virtud de su productividad creciente, sino de transferencias estatales de las escasas actividades rentables (el agro) y del aumento creciente de la tasa de explotación. El ciclo que describe la sociedad argentina es de una espiral de degradación permanente, en la que cada crisis empuja al conjunto de la población explotada un escalón más abajo. En nuestras manos está el que el proletariado argentino no viva una nueva derrota, con las consecuencias antedichas.

Si hasta hace poco, impulsar o aceptar explícita o tácitamente un frente anti-Macri con Cristina era ridículo, hoy es directamente suicida. Si Cristina colocó a Milani al frente del Ejército cuando no existía necesidad imperiosa de construir un aparato represivo de carácter cuasi-fascista, de qué no será capaz, retornada al poder y teniendo que enfrentar la violencia de un nuevo 2001. No podemos poner en manos de nuestro enemigo la soga con la que ha de ahorcarnos. La única salida es una organización independiente del proletariado en relación a todas las fracciones burguesas. Pero esa independencia no es “organizacional” sino política. La da el ofrecer a las masas un programa que las guíe. Ese programa no puede ser otro que el socialismo. Sin poner sobre la mesa la alternativa socialista, no solo estamos mintiendo al pretender construir dicha “independencia” con programas burgueses, sino que le damos a otra fracción de la burguesía la dirección de las masas. Se trata de una perspectiva criminal, como la que expresa ese agrupamiento descompuesto que dice llamarse “piquetero”.

Nuestra responsabilidad es intervenir políticamente de conjunto y ofrecer una salida. Políticamente, significa trascender las luchas meramente sindicales y mostrar una salida política. De conjunto, significa unificar las acciones, mostrar fuerza y desarrollar un espacio aglutinador. Hay que explicar lo que esta situación devela: el agotamiento de la clase capitalista como dirección política del país, que la Argentina no tiene solución como país capitalista, salvo que estemos dispuestos a vivir exclusivamente del campo y a que nos sobren 30 millones de personas.

En particular, el llamado es hacia los partidos más grandes, con mayor convocatoria y, por lo tanto, con mayor responsabilidad. Hablamos del PO, IS, el PTS y el MST. Abstenerse de actuar ahora es dejar el futuro en manos del enemigo. Proponemos un gran acto de la izquierda revolucionaria en Plaza de Mayo, con las siguientes consignas, que se ofrecen a modo de propuesta y de ninguna forma como condición excluyente:

– Por la profundización del Lava Jato argentino.

– Por la renuncia inmediata de todos los funcionarios implicados directa o indirectamente en el escándalo. Desde los imputados hasta todos los que fueron cómplices durante todos estos años. En particular, el massismo y el PJ ahora “no kirchnerista”.

– Depuración de todo el Poder Judicial, que por impericia o complicidad mantuvo en el silencio el saqueo y los negocios sucios.

– Derogación de todos los fueros del poder político y judicial.

– Expropiación de todas las empresas involucradas y de toda empresa inútil que viva de la ayuda estatal. No tenemos por qué mantener las ganancias de parásitos económicos.

– Organización de un núcleo de producción nacional, en manos de los trabajadores, a partir de las empresas expropiadas.

– Basta de descargar el ajuste sobre los trabajadores: aumento inmediato de salarios y de las jubilaciones (dos canastas familiares).

– Impuesto de urgencia a las grandes fortunas.

Que se vayan todos:

Por la convocatoria a una Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados que organice una salida socialista a la crisis.

Llamamos a todos los dirigentes políticos, sindicales, estudiantiles y barriales a pronunciarse.

Razón y Revolución

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